En la actualidad, se percibe un debilitamiento de valores fundamentales como la empatía, el respeto mutuo, la honestidad, la responsabilidad y la solidaridad. Esta situación afecta de manera significativa las relaciones sociales entre los estudiantes, así como sus vínculos con docentes y demás miembros del personal educativo. La pérdida de estos principios también incide negativamente en el manejo del aula, dificultando el establecimiento de un entorno favorable para el aprendizaje. En este sentido, Pérez Serrano (2000) resalta que los valores representan una dimensión esencial en la formación del individuo, ya que orientan su comportamiento y su forma de relacionarse con los demás. La ausencia de una adecuada educación en valores puede limitar la capacidad de los estudiantes para interactuar de forma positiva y armónica en su contexto escolar y social, comprometiendo así su crecimiento personal.
Frente a esta problemática, y en el marco de nuestro trabajo colaborativo, se ha optado por incorporar metodologías activas, siendo el estudio de caso una de las estrategias más adecuadas para propiciar la reflexión en torno a los valores humanos. Esta herramienta pedagógica permite situar al estudiante frente a escenarios reales o ficticios que requieren decisiones éticas y análisis profundo. A través de estas situaciones, los alumnos no solo ejercitan su pensamiento crítico, sino que también fortalecen habilidades de trabajo en equipo y resolución de conflictos, reconociendo el impacto de los valores en sus acciones cotidianas. Como indican Díaz Barriga y Hernández Rojas (2010), el estudio de caso contribuye al aprendizaje significativo al integrar conocimientos teóricos con experiencias concretas, permitiendo así una comprensión más integral de los temas abordados.
Además, esta metodología facilita la incorporación de diversas formas de evaluación. Inicialmente, se aplica una evaluación diagnóstica para identificar las ideas previas de los estudiantes respecto a los valores. Posteriormente, durante la resolución de los casos, se implementa una evaluación de proceso que permite observar el progreso en la adquisición de conocimientos y el desarrollo del pensamiento ético. Este enfoque evaluativo integral permite monitorear el aprendizaje tanto en lo académico como en lo actitudinal, asegurando así una formación más completa.
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